Luna llena.

Recuerdo a la perfección la noche en que maté a mi víctima número cinco. La noche en que cavé mi tumba. La primera vez que la vi. Y aun hoy en día que me quedan horas de vida, no sé muy bien porque ocurrió todo esto. Solo sé que la culpa la tuvo esa maldita luna.

Esa luna grande y enorme que me quedé absorto mirando. Si no me hubiese encandilado contemplando la luna llena, hubiese podido cumplir mi absurda venganza. Realmente no sé por qué malgasto mis últimos momentos escribiendo esta historia. Quizás tengo la esperanza que alguien me lea, que alguien intente comprenderme o simplemente sepa de mi mísera existencia...

Yo era un hombre que iba de ciudad en ciudad, vagando por las calles, frecuentando los suburbios y las zonas más sucias de esos lugares, en busca de la mala gente para saciar mi sed de venganza.

Aquella noche fui a por la número cinco. Me la llevé a un precio bastante bajo razonando el precio con su chulo. La conduje hacía un lago apartado de la ciudad. Le había caído simpático a la chica y sucumbía a todas mis condiciones. Nada más llegar allí, la eché sobre la hierba y empecé a besarla. La muy estúpida, con una voz irritante y de pito, no paraba de repetirme lo atractivo que era, que sí alguna vez quería volver a pasar un buen rato, volviera a solicitar sus servicios.

Me irrité tanto que no acabé el tema con ella y fui directo al grano. La agarré por su melena rizada y tintada de un rojo extravagante y la arrojé al agua. Allí ella empezó a insultarme y a decirme que para nada le iba ese rollo del masoquismo. Yo simplemente me reí y me abalancé sobre ella. Le apreté el cuello con mis manos y empecé a estrangularla. Gemía. Valga dios si gemía. Y el solo hecho de estar allí, observando como su vida se agotaba, mientras el rímel de sus ojos corría por sus mejillas, me excitaba tanto...

Exclamó un último suspiro, agudo y corto y la solté para ver como se iba adentrando en las profundidades del lago. Ya no importaba que no me hubiese acostado con ella antes de matarla. Sin duda, asesinarla fue una mejor forma de obtener placer. Pero no siempre mis asesinatos fueron así, a medida que iba cometiendo más, mi sed aumentaba y mis formas de matar se tornaban más oscuras. Y entonces miré hacia arriba. Qué luna tan hermosa. Me tumbé y me encendí un pitillo.

Mirar el cielo resultaba muy relajante. Estúpido de mí. Pronto dejé de estar solo y alguien más irrumpió en el lago. La observé. Una cría de no más de quince años, vestida con ropa provocativa y la cara toda pintarrajeada. Otra putita más. Pensé que aquella noche tendría dos víctimas en vez de una. No tenerlas fue el primer de una serie de grandes errores en mi plan de venganza.

-Os he seguido.--me dijo la chica, sonriéndome.


Era una sonrisa muy extraña. Su voz me pareció preciosa pero a la vez hizo que mi cuerpo se estremeciera. Se me acercó y se sentó en mis rodillas. Yo estaba alucinando, y no sabía porque no podía reaccionar.
-La has matado, ¿verdad? No te preocupes, Úrsula era de lo peorcito del local. Úrsula. Ni siquiera conocía el nombre de mi víctima. La cría me rodeó con sus brazos.
-Ahora me matarás a mí también, ¿no es así?--y la muy zorra me dio un mordisquito en el cuello. Todo en ella me descolocaba por completo. No podía pensar razonadamente. No sé si fue su cabello negro azabache, mirada verde y decidida o su cuerpo esbelto. No. Rectifico. Fue su sonrisa. No dejaba de sonreír ni un segundo.
-Chica lista. Úrsula me ha dejado a medias.--y le puse mi dedo índice en su boca para que ella lo lamiera y mordisqueara.--Nunca he tenido una experiencia similar con una chica de tu edad. Puede ser divertido. Yo también la rodeé con mis brazos y empecé a besarla, sus labios, su cuello. Fui desabrochándole su camisa blanca, botón por botón, mientras no dejaba de acariciarla.

Y cuando más en mi papel me había metido interpuso sus brazos y me apartó levemente.

-Aunque después de esto, me mates. Quiero que me pagues.
-¿De qué va a servirte el dinero una vez muerta?--Sus palabras sonaron frías y sin ningún tipo de afecto. Y esa maldita sonrisa que me volvía loco seguía en sus labios
.--Estás completamente loca. No sabes lo que dices. Pero no, el loco era yo.

Ella sabía perfectamente lo que quería. No estaba temblando ni siquiera una pizca asustada. Su mirada era totalmente de alguien decidido.

-Quiero que dejes el dinero al lado de mi cuerpo muerto destinado a mi madre. Estaba perdiendo la poca cordura que quedaba en mí.

Todo su ser era a la vez extraña e irremediablemente irresistible. Tenía la necesidad de quedarme cerca de ella, observar su sonrisa, intentar comprenderla... Me negué a mi mismo agitando la cabeza y saqué mi cartera. Mis manos temblaban y se me cayeron todos los billetes al suelo. Ni me molesté en contarlos.

-Toma, quédatelos. Lárgate y no vuelvas a presentarte ante mí. Si vuelvo a verte, juro que te arrancaré la lengua de cuajo y me deleitaré torturando tu cuerpo hasta tu muerte. Volvió a sonreír. Se agachó y recogió todos los billetes. Se acercó a mí, pasó su mano por mi torso y me dio un leve beso en la boca. -Mientes. Si de verdad quisieses matarme, ya lo hubieras hecho. Y se largó déjandome con el cuerpo hecho mierda.
De buena mañana me levanté y fui hacia el quiosco más próximo, a dos manzanas de donde tenía la habitación alquilada y compré un periódico del día. Esbocé una sonrisa.

Salía en primera página: "Nueva víctima del asesino llamado Gonzo. Suman un total de cinco víctimas y la policía aun no tiene ninguna pista sobre el asesino. Declaraciones de la iglesia afirman que se trata de un enviado de Dios para..." .

Lo arrugué con rabia. No decía más que estupideces decidí que esta noche buscaría mi última víctima en la ciudad y luego volvería a mudarme a otra. Qué iluso fui, no llegué a irme a ninguna otra ciudad. Volví a frecuentar la misma zona, pero por calles distintas. No podía cometer el mínimo error.

Entonces volví a verla. Estaba en la otra acera, con un hombre mayor, regordete y bastante poco agraciado. La chica le asestó un rodillazo y le robó la cartera. Parecía más una vulgar ladrona que una puta. Se giró y me vio. Salió corriendo hacia mí y me arrastró, cogiéndome de la mano con fuerza. Yo simplemente me dejé llevar. No pensaba en nada más que seguirla. Me llevó hasta un descampado. Un precipicio que terminaba en un desguace de coches. Había una vista preciosa del cielo estrellado, sin embargo se veía toda la mugrosa ciudad. Ella se sentó en el borde y yo a su lado. -El cielo se ve muy bonito desde aquí.

-Tienes razón. Se apoyó sobre mi hombro, ronroneando como un gato.
-Curiosidad. ¿Si eres prostituta porqué maltrataste así a un cliente?
-No era ningún cliente. Era un simple viejo verde que quería aprovecharse de mí sin siquiera pagarme.--Y otra vez esa maldita sonrisa.
--Dime. ¿Por qué lo haces? ¿Tú eres ese asesino del que todos hablan, verdad? Y sin saber porque, le conté mi historia. O quizás sí. Quizás solo quería que ella mostrase pena, se apiadase de mí.
-Estuve casado. Incluso tuve una hija con ese matrimonio. Fue algo fugaz. Cuando mi hija no tenía más que tres meses desapareció junto con mi mujer. Me volví loco. Las busqué por todos lados. Contraté los detectives más caros y por fin di con ella.


Resultó ser que no era más que una vulgar prostituta y estafadora. La amenacé con quitarle la custodia y ella me contó que la niña no era mía. Se había quedado embarazada y me había utilizado para mantenerla. Luego no había podido soportar estar más a mi lado y había vuelto con el padre, que era su jefe.

--Estallé a llorar, buscando en su mirada el más mínimo síntoma de compasión, pero ella seguía igual, con la mirada fija e inerte. Sí, seguía sonriendo, pero su sonrisa no me inspiraba nada que pudiera llegar a comprender...

-¿Y eso justifica las cinco mujeres que has asesinado? No te tengo lástima. No te estás vengando, solo eres un maldito loco asesino. Y perdí la poca cordura que me quedaba. La agarré por los hombros y empecé a zarandearla. Y entonces la vi como lo que de verdad era. Ella empezó a sollozar y a llorar y se abrazó a mí. No era más que una maldita cría, sola y frágil, muy frágil.
-¿Te crees que todas hacemos esto por puro gusto? Yo misma estoy obligada a ejercer. Mi padre... Mi padre es mi maldito jefe. Y tú... Tú solo eres un maldito loco.


Toda su seguridad se había desvanecido y yo solo sentía el deseo de protegerla, de hacerla mía y llevármela lejos.
-Escapemos. Lejos de aquí. Una nueva vida. Ella se apartó, acercándose hacia el precipicio.
-No. No puedo ir contigo, ambos hemos pecado, no nos merecemos una segunda oportunidad.
-¿Tú también me rechazas?--definitivamente me había vuelto loco. Me acerqué a ella y volví a agarrarla con fuerza.
--¿Tú también vas a abandonarme? ¡En verdad solo eres una maldita zorra! La abofetee con tal fuerza que resbaló por el precipicio. Con suerte me dio tiempo a agarrarla de la mano. Ella me miró aún con lágrimas en los ojos y volvió a sonreírme.


Acto después me mordió en la mano y se precipitó al vacío. Su cuerpo se hizo añicos haciendo del suelo un espectáculo carmesí. Bajé corriendo por la cuesta y cogí el cuerpo ensangrentado en mis brazos.
-Ei... ¿Cómo te llamas? No sé tu nombre.--no sé como me atrevía a hacerle preguntas. No podía esperar respuesta de un ser sin vida. La apreté contra mí, manchándome todo el cuerpo con su sangre. Poco después llegó la policía.

No opuse resistencia. Confesé todos mis crímenes. Ahora estoy en el corredor de la muerte. Me han adjudicado mi muerte en la silla eléctrica para mañana. Sin embargo no voy a esperar a ello. He sobornado a uno de los policías y me he hecho con un buen revolver. Sólo espero que las ratas puedan alimentarse bien. Creo que es lo único que me merezco.

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3 comentarios

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Isi
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17 de junio de 2009, 17:49 delete

Joder qué historia!, buenísima, me ha gustado mucho.

Muy elaborada y muy buen escrita, en serio, mi opinión es que es muy buena.

Besitos!

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Isi
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17 de junio de 2009, 17:49 delete

Quise decir "bien escrita", que no sé ni lo que escribo!!!

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Unknown
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17 de junio de 2009, 18:34 delete

Madre mía, ¡¡ pedazo historia !!.
Me encantó.
¿Que tiene la luna para que ponga así a la gente.

Bien elaborada, bien escrita, buenísima.

Un abrazo.

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