En este pasaje de mi vida os pienso relatar el día que decidí salir del armario.
De pequeño yo notaba que cuando los demás chicos les encantaba jugar con las chicas a médicos y a mi me tiraba más jugar con las muñecas de mi hermana.
La cosa se iba poniendo peor conforme pasaban los años, ya que las salidas nocturnas con mis colegas eran un auténtico infierno para mí, todos hablando del culo que tenía esta y las tetas de la otra y yo mientras pensando en el culo de este y el paquete de aquel.
Cuando cumplí los 18 años (a punto de entrar a la universidad), estaba ya cansado de fingir y engañar a todos esos amigos y sobre todo a la familia que no les importaría que supieran mi secreto.
Primero se lo decidí contar a mi madre y a mi hermana, porque con ellas tenía más confianza y para que engañarme, porque así le preparaban el terreno a mi padre, que no era porque le tuviera miedo, sino porque le tenía más respeto y ya que era el único varón de la familia, el como se lo tomaría.
Un miércoles por la tarde, ese día mi padre estaba en A Coruña, hablando con unos clientes decidí llamar a mi madre y a mi hermana para que vinieran al piso donde estaba viviendo, mientras venían de camino, yo estaba pensando la manera de como contárselo sin ser brusco y de manera que lo entendieran.
Cuando ya las tenía delante y tras varios minutos de silencio, tuve la bastante sangre fría para decirle:
-- Mamá, Cristina (mi hermana) tengo que deciros una cosa…
-- Creo que sé por donde vas –. Dijo mi hermana.
-- Bueno, sé que es muy difícil para mi contaros esto, pero desde hace varios años me siento atraído por personas de mi mismo sexo, vamos, que me gustan los hombres.
Mi madre se quedó por unos minutos callada, sin saber que decirme; en cambio, mi hermana se levanta y me da un abrazo con las lágrimas en los ojos mientras me decía:
-- Hermano, me alegra mucho que fueras sincera conmigo y no me importa nada que seas gay o no, siempre serás mi hermano y que querré como el primer día.
Mi madre seguía callada sin saber que decirme, yo estaba acojonado porque tarde o temprano iba a soltarme algo, hasta que decidió decírmelo:
-- Bueno… no sé que decir, la verdad, estoy impresionada por lo que me contaste, ¿pensaste en como se lo vas a decir a papá?.
-- Aún no, esperaba que vosotras me tanteaseis el camino para que me sea más fácil contárselo, pero, ¿no me vas a decir nada? –. Le pregunté a mi madre.
-- Eres mi hijo, y seas como seas, siempre lo serás y siempre te querré y no te preocupes, le prepararé el terreno a papá.
Bien, ya había logrado que mi madre y mi hermana me comprendieran pero ahora me faltaba mi padre, estuve varios días dándole vueltas en como se lo diría ya que lidiar con mi padre era como lidiar como un miura, hasta que llegó el gran día:
Llame a casa de mis padres para que mi madre fuera tanteando el terreno ya que estaba dispuesto a decírselo.
Cuando llegué a casa de mis padres, estaba mi hermana y mi madre sentadas con mi madre en la mesa para comer, me armé de valor y le dije a mi padre:
-- Papá, antes de que te lo diga, se que no es fácil para mi, pero decírtelo sé que quitaría una gran carga para mi y aunque tú no lo comprendas, sé que tendría la conciencia tranquila al saber que lo contaría.
-- Sin rodeos nene, dime lo que quieres decirme y no le des más vuelta –. Soltó mi padre.
-- Vale, sin rodeos: soy gay, vamos, que me gustan los hombres.
Mi padre se levantó de la mesa y se fue para la terraza a fumarse un cigarro, mi madre me estaba apretando la mano mientras me decía: “tranquilo, tranquilo”.
Al cabo de unos minutos entra mi padre de nuevo y me dice que quiere que hablemos a solas.
Yo estaba cagado de miedo, sin idea de lo que me iba a decir o si me iba a dar semejante guantazo que me volvería la cara al revés.
Una vez ya estando solos me dice:
-- Mira hijo, sé que has sido muy valiente y se lo duro que es llevar varios años ocultándonos tu condición sexual. Sé que ahora es un alivio para ti, pero no me pillaste de sorpresa ya que tu madre ya me había lanzando varios mensajitos.
-- ¿Entonces..?, ¿me aceptas tal como soy? –. Le pregunté.
-- ¿Como no voy aceptarte?, no seas tonto, yo te acepto tal y como eres, así que no te preocupes.
Me quedé atónito, asombrado, pensando en que mi padre no me volvería a dirigir la palabra, pero todo lo contrario, me llevé una alegría y así de paso me había quitado un gran peso de encima.
Al cabo de unos meses decidí contárselo a mis amigos, decidí reunirlos para contárselo y algunos dejaron de hablarme y otros, hoy en día, siguen siendo mis amigos.
Ahora ya puedo andar por la calle sin preocuparme ya que todos a los que importo me aceptan tal como soy y a mis 27 años puedo decir que soy una persona muy feliz, una persona que no esconde nada y que siente que se ha liberado.
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3 comentarios
Write comentariosRecuerdo perfectamente el día en que lo comentaste y me alegrara de que fueras sincero.
ReplyUn abrazo.
Qué gran familia, qué grandes tus amigos (los que te siguen hablando, claro!) y qué grande tú por salir del armario con la cabeza alta. Ole, ole y ole!.
ReplyMe gustaría entender a los que dejan de hablar a un amigo por algo así...¿a mí que más me da con quién se acueste el resto? si me afectase...pero si no me afecta....no sé, es algo que no me entra en la cabeza y menos me entra en la cabeza la familia que echa de casa a su hijo/a homosexual....
En fin, que me alegra que fuese todo así de bien, ojalá a todo el mundo le fuese igual de bien.
Besos obesos!
Menuda valentía le echaste al salir del armario.
ReplyAdemás me alegra muchísimo que la familia se lo tomase a bien, auneue debió de ser difícil contarselo.
Ole! Ole! y Ole!.
Un abrazo
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