Entró un señor muy gordo mientras el profe estaba de espaldas y, cuando se volvió y lo vio, se quedó completamente paralizado. Nosotros también nos callamos al momento. El señor gordo pasó por delante de la tarima, sacó una pistola tremenda de un bolsillo y la puso de un golpe sobre la mesa del profe. Luego, nos fue mirando, avanzando por el pasillo por donde casi no cabía, y se tiró un pedo largo y muy fuerte, pero nadie se atrevió a reírse. Luego eligió sentarse al lado de Nadia, y para eso empujó con su cuerpo a Carlitos, que siempre le gusta ponerse con ella. El profe no dijo nada, se había quedado tan mudo como nosotros. Yo me quedé atontado mirando la pistola que había dejado; no oí bien sus palabras, pero dijo que nos daría la clase él. La pistola tenía un cañón enorme, el gatillo parecía tan grande que podrían caber por lo menos tres dedos.
Dijo que teníamos que tener mucho cuidado con lo que hiciéramos, porque si nos metíamos en un lío, vendría un hombre como él a hablar con nosotros. Nos dijo que nuestro profesor había sido malo. Nos contó cosas suyas que no entendí bien, que le gustaba jugar a un juego de cartas en que se pierde dinero, y que debía mucho. Dijo que a él y a su jefe les gustaba que debiera dinero, yo hubiera querido preguntar por qué, pero no me atreví. Ni siquiera el Luisja había hablado, y si él no lo hacía no lo haríamos ninguno. Nos explicó que todos tenemos necesidades y que los tipos listos son los que saben sacar provecho de ellas. Eso lo recuerdo bien porque lo repitió varias veces y nos mandó que nos lo aprendiéramos. Luego contó que para pagar ese dinero tenía que heredar un piso de su madre, pero que no se moría y luego se murió de repente o algo le pasó. Pero dijo que el profe no quiso pagar sus deudas. Él era un simple cobrador que venía a recordarle una cosita. Me hizo gracia que dijo "cosita" -que es como mi madre llama a mi hermano pequeño-, pero no me reí.
Después de un rato se levantó y a Nadia le pasó un dedo por el moflete. Se paseó por la clase, recogió su pistola y la guardó. El profe no había movido ni las manos, todavía tenía la tiza con la que estaba explicando. Luego le cogió al profe por la barbilla y le dio un beso en la cara. Algunos se rieron y nos reímos todos. Entonces el hombre gordo nos miró y nos hizo callar con la mirada. Estaba muy serio. Luego se fue.
Cuando llegué a casa no se lo conté a mis padres. Pero me daba mucha rabia todo. No sé por qué lo hice. Pero cogí a una tortuguita que tengo y la tiré al váter y luego tiré de la cadena.
Javier Sáez de Ibarra, es escritor, autor de La propuesta imposible (Páginas de Espuma).
“El País” (Domingo, 26 de Julio de 2.009)
Sign up here with your email
3 comentarios
Write comentariosMe encantan los relatos que publica "El País" en verano.
ReplyMe alegra que los publiques en el blog.
Un abrazo.
Joder, con el viejo.
ReplyEstas historias de la "Revista del verano" de El País no me las pierdo.
Un saludo.
No sabía yo de estas historias, tendré que ponerme al día...me gustó.
ReplyBesos obesos!
ConversionConversion EmoticonEmoticon