Sufrimiento de mujer.

016 En la casa solo se escuchaba los informativos que se estaban emitiendo a esas horas de la televisión. En el comedor, a parte de una televisión GoldStar de 7 años, había una mesa pequeña de madera con tres pares de cubiertos, tres vasos de cristal y unas cuantas servilletas. El mantel era de color rojo y estaba lleno de agujeros causados por las cenizas de los cigarrillos.

Cerca de la mesa hay una mesita donde se encuentra el teléfono y una foto familia familiar, una foto de la familia Muñoz-García.

El padre de familia, Fernando, de 43 años, 1,90 de altura, 80 kilos, con poco pelo y ex-guardia civil.

Fernando fue durante 20 años guardia civil, pero hacía 1 año que había sido despedido por serios problemas con la bebida, que habían hecho cambiar su actitud radicalmente hasta el punto de golpear a un superior, motivo que le causó el despedido inminente del cuerpo.

Desde entonces, se había dedicado más a beber y a discutir con su mujer que a buscar trabajo y reorganizar de nuevo su vida.

La mujer de Fernando, Sofía, de 39 años, 1,72 de altura, 50 kilos, larga melena negra y trabajadora tanto en casa como fuera.

Mientras su marido se dedicaba a emborracharse en el bar y a gastarse el poco dinero que entraba en la casa, ella trabajaba durante 10 horas en unos grandes almacenes desde hacía 8 meses. Pero como muchas de las mujeres del planeta, aguantaban todo ese calvario porque estaba locamente enamorada de él.

Y por último el pequeño de la casa, Daniel, de 7 años, pelo corto y negro intenso como el de su madre, y con una mirada inocente y con un gran sentido del humor.

Sofía estaba en la cocina preparando la cena, un suculento estofado de ternera acompañado de una guarnición de patatas fritas y puré de patatas.

Aún llevaba el uniforme de trabajo, ya que no le había dado tiempo ni a cambiarse. La casa estaba hecha un desastre: llevaba varios días sin limpiar, la ropa sucia se acumulaba y los juguetes de Dani estaban tirados por el suelo.

Muchos vecinos se preguntaban como la pobre Sofía podía aguantar a Fernando ya que su vida se había convertido en un infierno: discutían muy a menudo, y las discusiones cada día iban tomando más fuerza y más violencia, Fernando llegaba muy a menudo borracho como una cuba.

Pero lo que nadie sabía era lo que sufría de verdad ese matrimonio: Sofía detestaba que Fernando se comportase así delante de Dani, ya que en un par de ocasiones la profesora del pequeño había llamado a casa para preguntar si había problemas porque según la maestra de Dani tenía ganas de ser mayor para “poder defender a su madre del tirano de su padre”.

Y en la cama, todo era diferente: muchas veces Fernando se acostaba y se dormía en poco tiempo, sin apenas hacer caso a la pobre Sofía que con lo único que se contenta es con un pequeño beso de buenas noches, y cuando hacen el amor, no hay pasión, no hay nada, solo sexo, un polvo rápido y mal hecho para la simple autosatisfacción de Fernando.

En cinco minutos ya estaba todo hecho, incluso en menos. Después, mientras el ronca sudoroso y apestando a whisky barato, ella llora de pena, al ver que el hombre que duerme a su lado ya no era el mismo que cuando lo conoció, aquel hombre que por el día la hacía ser al mujer más feliz del mundo y por la noche la hacía gozar como nadie en la cama. Y eso una noche, y otra, y otra.

Así llevaba Sofía 1 año. 1 año de absoluta miseria y desastres por amor, un amor que ya no era correspondido.

Su familia la intentaba convencer para que lo abandonase, para que rehiciese su vida y comenzara de nuevo. Pero no había manera, ella siempre decía lo mismo con una pequeña sonrisa en al cara: “¿Y que hago yo sin él?. Es mi vida”.

En resumen, su vida era pura monotonía. La cena estaba preparada y servida en la mesa. Dani y Sofía ya se habían puesto los pijamas y los batines y empezaron a cenar sin esperar a Fernando. Estaban a medio terminar cuando empezaron a escuchar gritos en la escalera.

Era él, ya llegaba Fernando. Estaba discutiendo con uno de los vecinos que tenía perro ya que él los odiaba desde pequeño.

Dani dejó de reír y agachó la cabeza mientras seguía comiendo mientras Sofía miraba con miedo hacia la puerta, preguntándose como vendría hoy. Abrió la puerta y cuando la cerró hizo tanto ruido que resonó por toda la escalera, para que todos los vecinos supiesen que estaba ya en casa.

Volvía otra vez borracho, pero esta vez lo estaba más que nunca. Los ojos los tenía totalmente rojos, y apenas podía dar dos pasos sin tropezarse con algo. Se quedó quieto observando fijamente a su mujer y a su hijo en silencio.

Tiró la cazadora al suelo, se sentó en la mesa, se puso un vaso de cerveza y se lo bebió de un solo trago. Sofía solo podía mirarlo fijamente, sabía que si le decía algo empezarían de nuevo a pelearse, y eso era lo último que Sofía quería.

-- Me encanta la alegría con la que me recibe mi familia –. Dijo Fernando tartamudeando a causa de la embriaguez.

-- La que mereces –. Dijo en voz muy baja Dani.

-- ¿Que diablos hay de cenar para un padre de familia que ha estado todo el día buscando trabajo?.

-- Estofado de carne –. Dijo Sofía.

Fernando tomó una cuchara, saboreó un poco el estofado y lo escupió con desprecio al plato. Levantó la mirada y miró con rabia a Sofía.

-- ¿Qué mierda de comida es esta? (dijo enojado Fernando), ¿estoy todo el día buscando trabajo para esto?.

-- Pero si no está tan mal –. Dijo Sofía.

-- ¡Pues cómetelo todo tú maldita inútil!.

Fernando se levantó, cogió el plato de estofado y se lo tiró con todas sus fuerzas a Sofía a la cara. A causa del golpe, Sofía cayó al suelo llorando y chillando de dolor ante la fría mirada de su esposo.

-- ¡Es lo mejor que mamá te ha podido preparar! (gritó Dani). Aunque no te mereces nada después de estar todo el día bebiendo en vez de cuidar a tu familia.

-- ¿Pero tu quien eres para darme sermones? –. Gritó Fernando mientras propiciaba un fuerte golpe a Dani tirándolo de la silla y haciendo que se golpeara con la cabeza contra el mueble donde estaba en el televisor, dejándolo inconsciente en el suelo.

-- ¡No lo vuelvas a tocar! –. Dijo débilmente Sofía mientras intentaba levantarse.

Fernando cogió la mesa y la tiró a un lado, causando grandes destrozos en toda la habitación. Se acercó lentamente a Sofía, que a duras penas podía ponerse en pie.

Fernando le propinó un fuerte puntapié a Sofía en pleno estómago. La pobre mujer volvió a caer al suelo llevándose las manos al estómago. Fernando la cogió del cuello y la levantó como si fuese una muñeca de trapo. La observó, mirando los destrozos que había causado en su preciosa cara: varias magulladuras, la nariz rota y la boca llena de sangre.

-- Así aprenderás a respetar y cuidar a tu marido pedazo de puta –. Dijo e voz baja Fernando.

Después de decir esto, le propinó un fuerte puñetazo en la cara. Sofía cayó al suelo boca abajo, y ahí se quedó.

No se movía, apenas respiraba, inmóvil e indefensa ante la furia de su marido, a expensas de un loco. La habitación estaba llena de estofado, cerveza, agua, cristales y los cristales de los vasos, platos y el televisor, que también había sido dañado.

Fernando se agachó, cogió un cuchillo y se acercó lentamente a Sofía.

Jugaba con el cuchillo en la mano, pensando en donde se lo clavaría, donde le dolería más para que su sufrimiento fuese aún mayor. Pero en esos instantes, alguien golpeó la puerta violentamente.

Fernando guió su mirada hacia la puerta esperando a que hablaran para saber de quien se trataba.

-- ¡Somos la policía!, (Gritó un hombre). Nos han informado de una fuerte discusión, así que abran la puerta o la tiraremos abajo.

Fernando se asustó, no sabía que hacer. Así que decidió rematar la faena: acabaría con la vida de su mujer y después con la suya.

Cuando se disponía a cumplir el primero de sus objetivos, la policía tiró la puerta abajo y tres guardias armados entraron rápidamente en el domicilio. Apuntaron a Fernando, que se quedó totalmente paralizado por el miedo.

-- ¡Tire el cuchillo y póngase contra la pared!. (Gritó uno de los policías). Le damos 10 segundos, y si no ha cumplido nuestras órdenes no veremos obligados a disparar.

-- Este hace una locura –. Pensó para si mismo uno de los policías.

-- ¡Uno! ¡Dos! ¡Tres!…

Fernando reaccionó de la manera más inesperada: intentó quitarse la vida haciéndose un corte en la garganta, pero le salió mal. Los policías vieron sus intenciones y antes de que se suicidase, uno de ellos le disparó en la pierna.

A causo de dolor. Fernando soltó el cuchillo y se derrumbó en el suelo. Inmediatamente después otro policía le ponía las esposas mientras que el tercer policía llamaba a la central pidiendo un equipo de asistencia médica urgentemente.

Un par de ambulancias llegaron rápidamente a casa de los Muñoz-García y se llevaron al hospital a Sofía y al pequeño Dani bajo las miradas incrédulas de todos los vecinos, que sospechaban que un suceso de estos sucedería tarde o temprano.

En el comedor de la casa se encontraba en el suelo, totalmente destrozada y manchada por el estofado y sangre, la foto de la familia, una familia que se encontraba al igual que la foto, destrozaba y rota por todos los lados.

La luz entraba débilmente en la habitación 473 del Hospital General de la ciudad, habitación en la que se encontraba inconsciente todavía Sofía. Llevaba así 3 días, y los médicos habían dicho que su estado era muy grave, pero que lucharían por salvar la vida de Sofía.

La pelea le había causado graves daños: quemaduras en la cara por el estofado, cortes, la nariz totalmente destrozada, varios dientes rotos, 3 costillas rotas y el estómago reventado. Pero peores serían los daños psicológicos, ya que esos la medicina no puede curarles tan fácilmente.

La pobre Sofía tendría que vivir con aquella carga durante el resto de su vida, y a saber si podría volver a empezar de nuevo su vida en solitario.

Los que no se separaron de su lado fueron su madre, sus hermanos y el pequeño Dani, que esperaba ansioso el despertar de su madre. En uno de los sillones se encontraba el periódico del día siguiente de la pelea, y en una de las columnas de la portada se podía leer: “Hombre detenido tras asestar una brutal paliza a su mujer y a su hijo”.

Pero claro, la gente no le daba mucha importancia al suceso, ya que todos los días viene una noticia así en el periódico. La tragedia se palpó en la familia García cuando, a causa de un derrame interior, Sofía falleció al 5º día.

Toda su familia, el vecindario, amigos y conocidos de Sofía asistieron al funeral, y después fueron a comisaría a pedir justicia por el asesinato de una mujer que sufrió un infierno, a pedir la cabeza del asesino que había dejado sin madre a Dani, a su propio hijo.

El fue a la cárcel, pero eso no devolvería a la vida a Sofía. Ella es uno de los muchos casos de mujeres maltratadas y asesinadas, que vivieron (y viven) un auténtico infierno en su propia casa, como ellas dicen, o mejor dicho, como les hacen decir: “Aguanto porque estoy enamorada”.

Una vida de desgracias por amor, por amor a un mal que nadie puede exterminar: Los hombres maltratadores.

Antonio Orts Aracil (ECDL12).

Onion Cristina

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3 comentarios

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22 de septiembre de 2009, 15:44 delete

Un poco dura la historia, mas bien parece una telemovie de Telecirco.

Pues si, el final tiene razón es muy difícil exterminar a los maltratadores.

Un abrazo.

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Unknown
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22 de septiembre de 2009, 19:10 delete

Impresionante historia.

Menos mal que el cabrón ese tuvo su merecido.

Un abrazo.

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Isi
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24 de septiembre de 2009, 18:14 delete

Sin hijo y con un final feliz, me siento muy identificada con esta historia.

Nadie sabe (sólo los que lo hemos vivido) lo que duele que la persona a la que se supone que más quieres, te haga daño. Es horrible.

Cristina, me gustó muchísimo tu post.

Un beso enorme

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