Profesional.

  • “El País” - Jueves, 23 de Julio de 2.009

profesional La gente común tiene muchas fantasías acerca de nuestro trabajo que es, en realidad, bastante rutinario y no se parece a lo que demuestran las películas. Los encargos con los que debutamos en el oficio son, quizás, los mas recordables. Al revés de lo que piensan todos, la gente con experiencia rechaza los trabajos incómodos, difíciles, desagradables. Que caen, como es natural, sobre los pobres principiantes. Siempre se puede encontrar a un muchacho necesitado, dispuesto a matar a un abuelito a garrotazos por cien euros.

Y yo era un inexperto principiante cuando encaré a mi primer cliente, la señora Mercedes de Ulloa. Estaba nervioso. Por supuesto, había matado a otras personas, incluso por la espalda, pero siempre en robos a mano armada o guerra de pandillas. Tenía una ventaja importante para iniciarme en el oficio: nunca había estado preso.

La señora me citó en su casa, de noche. Los clientes odian tratar con nosotros en directo, pero en esta era de las comunicaciones, nada deja menos rastros que una entrevista personal. Era importante que nadie me viera entrar. Me dejaría la puerta abierta para no estar allí parado tocando el timbre.

La casa estaba llena de fotos que contaban la historia de una pareja. En las fotos, todos parecen felices. Mercedes estaba en su estudio, en penumbras, detrás de un gran escritorio de nogal. Vieja, hinchada, pintarrajeada, maloliente y sin embargo reconocible: la mujer de las fotos. Todo el ambiente estaba impregnado con ese olor dulzón. No podía creer que alguien pagara por oler así. No perdió el tiempo. Tenía preparado allí mismo, sobre el escritorio, la mitad del dinero.

-- Quiero que mate a mi marido. Ahogado en la bañera. Ojo por ojo.

La interrumpí. Sus motivos me importaban poco.

-- Muy bien (Le dije). En los próximos días…

-- Ahora mismo. Ése es el cuarto de baño.

Esta mujer está loca, pensé. Y además… Matar en la bañadera es un trabajo sucio, difícil. Se toma a la persona de los tobillos y se da un tirón hacia arriba, enérgicamente. Por lo general (pero nunca se sabe) no tiene de dónde agarrarse y la cabeza se hunde. Eso sí: alguien que se está ahogando patalea con fuerza descomunal. Pero por otra parte el hombre era un viejo y yo tenía el entusiasmo desaprensivo de la juventud. Sin pensarlo demasiado, con los billetes calentándome el bolsillo, entré al baño. A pesar de mis prevenciones, fue sencillo.

Salí con la ropa bastante mojada. El resto del dinero me esperaba sobre el escritorio. Busqué a mi clienta por toda la casa, pero se había ido. Quizás para no escuchar los ruidos desagradables que venían del cuarto de baño.

La muerte del viejo pasaba sin esfuerzo por un accidente. Nada que pudiera interesar a los diarios. Sin embargo, unos días después apareció una breve nota en la página de policiales. Un anciano había sufrido un accidente en la bañadera. Intrigados por su desaparición, los vecinos alertaron a la policía, que encontró el cadáver en avanzado estado de descomposición. El hombre era viudo y no tenía hijos. Ya decía yo que la señora Mercedes olía mal.

Ana Maria Shua es escritora, autora de “Cazadores de letras” (Páginas de espuma).

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4 comentarios

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11 de agosto de 2009, 23:54 delete

O sea, que no era el marido.

Estuvo bien la historia de hoy, asesinos a sueldo.

Un abrazo.

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12 de agosto de 2009, 4:46 delete

Un buen relato interesante sobre asesinos a sueldo.

Interesante los relatos que estás publicando estos días, me están gustando mucho.

Un abrazo.

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Isi
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12 de agosto de 2009, 12:59 delete

Qué buena!!!! es una historia genial!!! me ha encantado!

Pero la señora entonces vino del otro mundo para vengarse porque él la hizo lo mismo, no??? por eso lo del "ojo por ojo"....no?????.

Qué buena historia! sí señor!

Besos!

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Unknown
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12 de agosto de 2009, 18:18 delete

Opino lo mismo que Isi...
es una historia genial, impresionante.

¡¡ UN ABRAZO !!

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