Aquella tarde de otoño.

tardeotoño Aquella tarde de otoño de hace unos años estábamos mis amigos, Celso y Bruno y yo sentamos en el jardín trasero de mi casa.

Bruno y yo teníamos 21 años y Celso tenía 19. Nos aburríamos mucho, así que decidimos hacer algo entretenido.

A Bruno se le ocurrió que podríamos ir a la casa del viejo Gamusino. La gente del pueblo decía que esa casa estaba encantada, pero Bruno y yo no lo creíamos.

Celso, sin embargo, era excéntrico y supersticioso y decía que ir sería mala idea.

Tras un debate algo largo decidimos ir a casa de Isi, la hermana de Bruno, y preguntarle que hacer: lo que ella dijese habíamos quedado que sería lo que haríamos.

Cuando llegamos a su casa, Isi estaba viendo la tele. Veía una película rodada en su pueblo, Celanova. Toda la gente que había participado en la película había muerto, y eso a ella le ponía los pelos de punta.

-- Hola Isi. Queríamos ir a la casa del viejo Gamusino y como no nos poníamos de acuerdo decidimos venir a verte. Lo que tú digas se hará, ¿qué te parece?.
-- Pues no sé. Ahora estaba viendo una película sobre espíritus muy inquietante.
-- ¡Vamos!. Sólo será ver el interior un poco –. Dije yo.
-- Es que…
-- Venga.
-- Bueno, vale. Iré. Esperad a que me ponga algo de abrigo. Empieza a refrescar.
-- Es cierto –. Dijo Bruno.
-- Con el calor que hacía hace unos minutos. Voy yo también a por mi abrigo y os traeré uno a cada uno.

Y dicho esto desapareció en el interior de la casa.

Cuando Bruno e Isi volvieron y nos dieron los abrigos a Celso y a mí nos encaminamos hacia la casa. El cielo estaba un poco gris y el viento silbaba entre los árboles.

Cuando paramos ante la casa un escalofrío me recorrió la espalda. Algo me decía que debíamos volver y hacer caso a Celso, pero aún así seguí. El interior de la casa no tenía mucho mejor aspecto que el exterior. Las cortinas estaban desgarradas, los armarios caídos, las sillas astilladas, las paredes manchadas, a las camas les sobresalían los muelles y los sofás tenían el relleno de espuma sacado y esparcido. Bueno, no todo. Había una puerta que se mantenía blanca y sin romper.

Cuando fueron a abrirla descubrieron que estaba cerrada con llave. La empujaron y la puerta cedió. Entraron a una habitación a la que los años no la habían afectado. Había una cama que bien podía haber sido de exposición. Me acerqué y me senté en ella, pero me levanté sobresaltado al notar que estaba caliente. Se lo comuniqué a los otros, que la tocaron y extrañamente cuando ellos la tocaron estaba fría.

Había también allí una ventana que no estaba rota, una lámpara de araña, un armario con libros y un reloj. Además había una foto en el que aparecía el viejo Gamusino, solo que en la foto no era viejo. Tenía el pelo algo largo, la nariz puntiaguda, un lunar en la barbilla y unos ojos grandes y penetrantes. Celso se sintió irresistiblemente atraído por la foto. Lo cogió y se lo llevó cuando nos fuimos.

Un día Celso estaba solo en casa y yo fui a verle. Isi se vino conmigo, pero Bruno no pudo. Tuvo suerte de no venir.

Cuando llegamos, la puerta estaba abierta. Entramos y nos sorprendimos al ver todo por los suelos. Nos acercamos a la puerta de su habitación y oímos un débil gemido.

Cuando entramos dentro vimos a Celso en medio de un charco de sangre. Tenía la foto de Gamusino bajo el brazo. Cuando le preguntamos que qué había ocurrido nos señaló la foto y dijo “Gamusino” muy bajo.

Luego escupió sangre por la boca y se quedó mirando el techo, vivo pero inconsciente de lo que ocurría.

Llamé a la ambulancia, pero para cuando llegaron los médicos ya estaba muerto.
Bruno llegó más tarde y se llevó la foto.

Un día, cuando estábamos Isi y yo en la habitación, vimos pasar a alguien por el pasillo. Bruno estaba en el baño, por lo que él no podía ser. Nos asomamos al pasillo y vimos abrirse la puerta del baño y salir a Bruno, y entonces una persona salió de una habitación y le empujó por las escaleras y después corrió tras Bruno y salió por la puerta.

Isi y yo bajamos rápidamente y llamamos a urgencias. Por suerte, Bruno sólo tenía tres costillas y la tibia de la pierna derecha rotas.

Tras unos días en el hospital pudo volver escayolado a casa y con muletas.

Una semana más tarde estábamos comiendo unas pizzas en el salón cuando Bruno dijo que se iba a por más queso. Cuando estaba en la cocina oí un ruido. Fui corriendo a la cocina y encontré a un hombre joven inclinado sobre Bruno con un puñal en la mano. Bruno sangraba sobre el suelo de la cocina a borbotones. El hombre me atacó, pero yo lo lancé contra una pared. Soltó el cuchillo y corrió hacia la puerta.

Cuando iba a salir le agarré por la camisa. Él se volvió para deshacerse de mí. Cuando volvió la cabeza vi horrorizado el rostro del asesino. Tenía el pelo largo, nariz puntiaguda, un lunar en la barbilla y unos ojos penetrantes y grandes.

Retrocedí ante Gamusino sin darme cuenta de que lo había soltado y ahora escaparía. Luego abrió la puerta y salió a la calle.
-- Ese era el viejo Gamusino que aparecía en la foto, ¿verdad? –. Preguntó perpleja Isi desde la puerta del salón.
-- No puede ser (por desgracia yo sabía que sí que podía ser, pues lo acababa de ver).
-- Tiene que ver con la foto, seguro. Estará hechizada o algo así.

Isi parecía muy tranquila para lo que ocurría.
-- Isi, ¿no te das cuenta que nuestro amigo y tú hermano han muerto?.
-- Si, pero el otro día vi algo sobre como acabar con maldiciones. Lo creí una tontería, pero parece que es real.
-- ¿Qué debemos hacer?.
-- Enterrar la foto en el cementerio.

Fuimos al cementerio y cogimos de la oficina del enterrador una pala y un pico. Había también una azada.

Isi fue a cavar un hoyo para meter dentro la foto. Cuando ya había cavado bastante llegó una persona. Cuando ella se dio la vuelta pensando que era yo se cayó casi del susto.

El que venía no era yo, sino Gamusino con la azada. Antes de que hiciese nada, Gamusino la golpeó fuertemente con la azada en la cara. Gamusino se iba a ir cuando yo llegué con el pico y se lo clavé en la cabeza.

Cuando saqué el pico se cerró la herida de su cabeza y siguió avanzando hacia mí con la azada en la mano. Cogí el pico y le iba a golpear otra vez cuando tropecé con el hoyo que había hecho Isi y caí, yendo a clavar el pico en la foto.

De repente se comenzó a “quemar”, convirtiéndose en ceniza. La foto comenzó a envejecer y poco después se convirtió en ceniza al igual que Gamusino que estaba ante mí.

Tras eso sólo quedamos allí la azada, el pico, la pala, un marco vacío y roto lleno de ceniza, el cuerpo muerto de Isi y yo, que estaba inconsciente.

Cuando la policía llegó me detuvo y me juzgaron (después de que les contase mi “absurda” historia) y me declararon culpable de la muerte de mis tres amigos.

Ahora ya no vivo en Celanova, pero el mes que viene tengo un viaje de negocios y pasaré por allí. Pero no se me ocurrirá jamás ir a la casa del viejo Gamusino.

Aunque no sé, quizá…

Otras historias:
El apocalipsis de los caídos.
¿Una tarde aburrida?.

Onion - Estefan

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4 comentarios

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21 de octubre de 2009, 0:32 delete

Que historia tan buena.

Además de meter a todos los que hacemos el blog me has echo que me meta en mi personaje.

Que tengas una buena noche, aún me quedan 5 horas y media para salir del trabajo.

Salu2.

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Gabriel
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21 de octubre de 2009, 9:09 delete

umm... a mi también me has hecho que me meta en mi personaje jajajaja

Mi venganza será terrible, terrrrriiiiiible. Por cierto, Celso, cuando quieras te mando una foto dedicada :P

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Unknown
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21 de octubre de 2009, 18:27 delete

Interesante historia.

Nunca llegué a pensar que nos meterias a todos en dicho post.

Aunque el unico superviviente seas tu.

Eso si el final me dejó algo inquieto, ¿habrá una 2ª parte?.

Un abrazo.

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21 de octubre de 2009, 20:38 delete

Eso os pasa por agredir al director que después pasa lo que pasa.

Solo quedó vivo Estefan, aunque no dudo que sea capaz de volver a Celanova.

¡¡ 1 BESITO !!

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